Él todavía no despertaba por completo pero estaba al corriente que no era un lugar familiar. ¿Cuánto tiempo había pasado?, difícil saber, ¿dónde se encontraba exactamente?, bueno, tendría que averiguarlo de algún modo. Aún sin despertar, abrió los ojos.
En otro lado del mundo yo comenzaba mi día como era de costumbre. Suplicando por otros 5 minutos enredada entre las sábanas de algodón después de cancelar por vez tercera “Mary’s the name” en mi celular. Tenía esa extraña sensación que dejan los malos sueños y esa angustia por no recordar si ese día era lunes o miércoles. Sentada al borde de la cama no pude hacer más que sujetar mi cabeza y rogar a las fuerzas invisibles de la naturaleza que guiaran mis pasos a una ducha tibia y a una buena taza de café. - El café - ¿De qué me sirven la palm, el organizador, la agenda electrónica, los sms, los beepers y todos los artilugios de la tecnología moderna si fui incapaz de recordar comprar el café anoche de regreso a mi departamento? Suspiré con desgano y enfilé bostezando hacia el baño. En castigo, la ducha esa mañana de martes fue con agua helada.
