Sin darme cuenta he sido la forjadora de mi destino. La vida transcurre sin volver atrás y sólo me está permitido observar el pasado. Si he de meditar en él, sin dudarlo, obtendré una enseñanza para mi existencia.
Lágrimas han recorrido mis mejillas y se me ha desgarrado el corazón. Sólo los astros en la penumbra han sido mi compañía.
Hoy, interrogantes golpean mi rostro como vientos gélidos al no encontrar la llave de la sabiduría. Pero, crecí internamente de forma impalpable transformando mi alma.
Mi espirítu de guerrera afloró y empuñé la espada con fuerza y sin templanza; su acero, quizás no rasgó las carnes de mi destino por completo, pero aprendí que un guerrero debe elegir sus batallas con la sabiduría ya encontrada.
Aprendí que las rozas más hermosas, nacen entre las más peligrosas espinas.
-continuará-
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