Papá; fui testigo silente cuando maldijiste a la vida, el destino y escupiste en el rostro de tu espejo. Te oí llorar enfurecido en la solitaria oscuridad entre humo y alcohol. Te oí gritar tu odio a Dios y a tí mismo. Estaba ahí, cuando juraste nunca más escuchar esta canción, que fue himno en tu vida y tantas veces la cantaste para hacernos dormir a mi hermano y a mí.
"Nunca más... " dijiste.
Anoche... también la escuché. Junto a tí.
Ahí estaba yo, detrás de tí.
Gracias papito..
¿Qué es lo que me está pasando,
que en la quietud perfecta
todo empieza a temblar?
Se remueven mis caminos,
se hace trizas el retrato
de mi infancia y su calor.
Mi familia y mis amigos
se me ponen frente a frente
solo me hacen pensar..
si al medio de esta tormenta,
nacerán las flores
de un lugar Azul e inmenso.
Justificar mi ausencia,
no es más que pretexto
de vida y aventura
como oración sin leyes
en libertad inquieta
mi rostro se bañaba.
Con el fulgor de las estrellas
que cantan la mañana
bien juntas con mis sueños;
todo estaba allí trenzado
hasta que dí el paso,
hasta que tu amor me dijo:
"¿Y si al cielo lo cambiaras,
por toda la realidad?;
sé que todo sería tan diferente.
Ya que la fé que tu haz puesto
no se juega,
no se tranza,
ni por un solo momento.
Es fogata que corre en tus venas,
es quizás tiempo gastado,
es un sol que llevas dentro
primero y sin segundo,
del amanecer de tu alma".
Si yo fuera navegante,
capitán o simple infante,
de inmediato aceptaré;
Que la tierra siempre lejos,
que la niebla imponderable,
en mis mapas son la sal.
Que tormentas indomables
y mujeres que lloraban
hasta el amanecer.
Fueron por mi amigo, hermano,
su sonrisa amada,
sus ojos de fuego y noche.
Eduardo Gatti "El Navegante"