- Las rozas se secan cuando las toco. – dijo sin voz.
Apartó su rostro y ocultó su mirada triste. Se negó aquel beso y comprendí que había llegado al final del camino. Le vi caminar alejándose, lento y cojeando. Rogué con fuerzas que no tenía para que volteara, al menos una vez. No lo hizo. Sólo enfundó sus manos en los bolsillos y siguió caminando… lentamente. Le seguí con la vista hasta que las lágrimas inundaron mis ojos, hasta verlo desaparecer en la oscuridad. En mis pensamientos caminaba junto a él. En mis sueños le amaba con locura. En el frío de la noche por dejarme plantada con el calor de su pecho sobre mi cuerpo y con un beso negado justo al borde de mis labios, le odié... Pero él se odiaba aún más.
un triste Adios.
ResponderEliminarlindo relato, talves no la beso para no hacerle daño.
saluditos
Qué lástima que se haya ido... pero a la vez mantiene la tensión esperando ese beso que no llega y muchas preguntas. Puede ser un minicapítulo intermedio de una muy buena historia, besos!
ResponderEliminarNice, excelente relato, pero cuando se llega al final del camino, se llega no más, tal vez seria bueno escuchar los pensamientos de aquel hombre que se marchó. Saludos
ResponderEliminarHola, como estás?
ResponderEliminarAntes que nada, feliz 2010, que este nuevo año este lleno de puras cosas lindas!
Perdona si no había podido pasar antes por acá, pero andaba de vacaciones, nos andamos leyendo.
Besos.
amiga! gracias por visitar mi blog, yo al entrar al tuyo me encuentro con muy gratas sorpresas, este en particular lleva el nombre de una de las palabras más difíciles de decir: NO...
ResponderEliminarme gustó mucho!
un abrazo y seguimos leyéndonos!