25 sept 2010

Domingo


Inspiró con fuerza tratando de recuperar el oxígeno perdido en la pelea y exaló agachando su cabeza. Llévandose las manos a la cara limpió esa mezcla de sudor y sangre que le recorría la frente y las mejillas y que se deslizaba suavemente por el cuello hasta su pecho.


Me miró fríamente. Yo, aún tirada en el suelo, con parte de mi ropa hecha jirones, sin entender absolutamente nada de lo que había sucedido, sentí un frío gélido que recorrió mi cuerpo con violencia y comenzé a tiritar, sentí naúseas y todo comenzó a dar vueltas.


- Estás en shock - dijo sin emoción alguna en su voz...

...

- Necesito un buen trago y un cigarri... - le alcancé a escuchar decir antes de que la puerta de entrada se partiera en trés y cayera estrepitósamente al suelo.


Entraron ordenada y rápidamente y en cosa de segundos la habitación estaba repleta de personas vestidas con uniformes oscuros, botas, máscaras especiales y cascos. Todos fuertemente armados. Uno de ellos levantó una mano abierta y sin dejar de apuntarnos con su arma, gritó con voz segura lo que pareció ser una orden que no entendí. Acto seguido ingresaron otros cinco tipos vestidos con impecables trajes de vestir negros y se acercaron al rincón donde estaba el hombre sentado con su espalda apoyada en la pared, mirando el piso sin expresión. Le hablaron y le consultaron cosas, pero él no respondió. Del mismo modo hablaron entre ellos. Cinco segundos después un hombre alto, delgado y de brazos largos entró seguido de uno más pequeño y rechoncho. Un halo de autoridad los rodeaba y sin temor lo hacían notar. También vestían de manera impoluta. Caminaron hasta donde se encontraba el cadáver de mirada perdida y macabra expresión y lo examinaron detenidamente asintiendo con la cabeza de cuando en vez. Luego, al ver al hombre sentado en el rincón, sonrieron en forma simultánea mostrando sus blanca dentadura. Una mujer joven venía con ellos, vestía un traje de chaqueta gris encima de una bluza blanca de seda, una falda ajustada del mismo color que le llegaba hasta la rodilla y tacones color negro. No me había dado cuenta hasta ese momento que me había vomitado encima. La mujer se me acercó y con una toalla comenzó a limpiar mi rostro. Se sacó su chaqueta gris y me cubrió con ella al ver como aún tiritaba. - Tranquila. Vas a estar bien.- me dijo dulcemente. Pese a que no debía ser más de 10 años mayor que yo; su voz me hizo recordar a mi madre cuando de niña me consolaba al lastimarme o al sentir alguna pena tonta. Recordé a mi hermano. Y comencé a llorar. Ella secó mis lágrimas con un pañuelo blanco - -dijo- Me llamo Verónica, me alegra conocerte al fin.

- Yo igual me llamo Ver... - Y me desmayé.





3 comentarios:

  1. Me gustaron tus poemas, los dos que leí, uno tiene rimas y en la actualidad son pocas las personas que las utilizan en su lírica.

    En este texto sentí una abundancia del conector "y", no afecta en nada, pero se reemplazar por comas u otras palabras y aumenta la fluidez del texto. El final, fue lo que más me gustó, sentí mucho misterio y esa sensación de encarcelamiento de la protagonista. Siento que tendrá continuación, ojalá así sea.

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  2. Gracias por tus comentarios..
    :)

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  3. Un poema que me costo entender en un comienzo, pero me encanto leerlo mas de 3 veces, eres muy original al relatar Veru, saludos para ti._

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