- Me das asco - dijo con voz áspera, mostrando sus dientes como si fuera un animal salvaje cegado por su instinto, el instinto de matar. En sus ojos vidriosos no se veía nada sino el negro vacío de la oscuridad, que lo dominaba como a un títere sin voluntad. Sangraba profusamente de la herida en su cabeza, tanto que su cara estaba empapada con sangre. Parecía no importarle. El individuo-presa hizo un último esfuerzo por tratar de librarse de las garras de su captor, moviendo su cuerpo con ímpetu y agitando sus piernas. Pero fue en vano. Sólo consiguió emitir un gruñido incomprensible antes de que la vida se le escapara entre los dedos de su cazador, quien le presionaba el cuello con sus manos como dos tenazas de hierro de fuerza descomunal. Lo mantuvo contra el piso algunos momentos, observándolo morir lentamente. En ese instante, me percaté de que el vacío de sus ojos brillaba y tuve la sensación de que lo estaba disfrutando.
Soltó el cuello de su víctima y la cabeza igual que la de un muñeco de madera golpeó el piso emitiendo un sonido hueco. La mirada sin vida del individuo estaba fija en la eternidad de la nada y en su rostro se estampó una mueca de horror y risa. Una imagen que nunca podré olvidar y que aún en pesadillas, me persigue.
Soltó el cuello de su víctima y la cabeza igual que la de un muñeco de madera golpeó el piso emitiendo un sonido hueco. La mirada sin vida del individuo estaba fija en la eternidad de la nada y en su rostro se estampó una mueca de horror y risa. Una imagen que nunca podré olvidar y que aún en pesadillas, me persigue.