- ¡Dímelo! – le grité sin la verdadera intención de hacerlo. – Necesito saber – dije ya con la garganta apretada conteniendo las lágrimas. Se mantuvo en silencio por varios segundos. Ausente. Sin tomar aire, comenzó a hablar.
"...No recuerdo donde estaba. Pero estaba sentado en una mesa pequeña, adornada por una vela apagada. Había otras personas, parejas, en otras mesas con velas encendidas. Compartían, bebían y reían. Vivían. Parecían Felices. No sabía que hacía en ese lugar, ni como había llegado. Encendí un cigarrillo. Frente a mi había un vaso con lo que supuse era whisky y un par de hielos flotando en la superficie. Lo bebí de un trago. No pensaba en nada. Estaba esta mujer, 40 años aprox., de cabello rubio, labios delgados, bastante atractiva. Era un lugar pequeño. Estaba en ese ínfimo escenario tocando un piano electrónico. De pie junto a ella, una mujer más joven de rasgos orientales tocaba el violín, acompañándola. No escuchaba la música, las veía interpretar lo que parecía una pieza delicada y melancólica, una pieza de belleza pocas veces escuchada. Y no podía sentirla. Estaba sordo. Sólo percibía el movimiento de sus manos, la expresión en sus rostros, el latir de su corazón, las venas en su frente. Música de ángeles... de ángeles que volaban sobre el piano, por todo el escenario.
Traté de encender la vela... no pude hacerlo.
El tipo que se sentó junto a mí olía a mierda.. a mierda y azufre. No quise mirarlo. El tampoco tenía intenciones que así fuera. Sólo depositó un sobre frente a mis ojos y se levantó. Las fosas nasales me ardían por el olor. Dentro del sobre, lo usual. Indicaciones. Fotos. Fotos de un ángel. Algo sucedió, era distinta, algo había en ella. Algo que no podría describir. Guardé el sobre y los papeles en el bolsillo de mi chaqueta, pedí la cuenta. Ya estaba pagada. Me paré de la mesa y salí al frio de la noche... los ángeles aún volaban sobre el piano, pero volaban muy lejos de mí..."
- Traté de ver su rostro al pronunciar esas palabras, pero la oscuridad había velado sus facciones.